Por 
Amar a nuestro Padre Celestial es también amar a su creación, y eso incluye amarte a ti misma. Cuando algo te duele, esa emoción pide a gritos ser perdonada. Muchas veces nos vemos atrapadas en el victimismo, pensando: «Si soy buena persona, ¿por qué me sucede esto?»
Si te sientes así hoy, te sugiero escribir diariamente en un diario todas tus inquietudes y emociones. Este acto nos ayuda a ser conscientes de lo que sentimos y nos da el tiempo y el espacio para procesar esas emociones. Al reflexionar sobre nuestras reacciones diarias, permitimos que las emociones se manifiesten. El llanto es una terapia poderosa, especialmente para aquellos corazones que se han endurecido con el tiempo.
Pedir a nuestro Ser Creador o al Espíritu Santo que ablande nuestro corazón puede ser increíblemente liberador. Llora con un propósito y con responsabilidad, no como una víctima que se pregunta: «¿Por qué me pasó esto a mí?»
Solo por hoy, descansemos de acusar al otro.
Solo por hoy, descansemos de acusarnos a nosotras mismas.
Solo por hoy, descansa de acusar.
La persona que te lastimó estaba operando desde su propio nivel de comprensión y experiencia. Alimentar resentimientos es dañino; solo mantiene el dolor vivo en nuestra conciencia. Este dolor, a menudo, está dirigido hacia nosotros mismos.
El bienestar se cultiva momento a momento, incluso en los momentos de dolor. La fe es crucial para este cultivo, y vivir con fe es, de hecho, cultivar el bienestar.
Requiere perseverancia cambiar nuestra mentalidad. Tan pronto como te des cuenta de que estás entrando en un estado de malestar, detente. Eso es amarte. Y si no puedes perdonar o perdonarte, no dudes en buscar ayuda espiritual.
Las palabras en 1 Juan 4:19-21 nos lo recuerdan: el amor a Dios y el amor a los demás están inextricablemente vinculados. Si afirmamos amar a Dios pero no amamos a nuestro prójimo, algo anda mal y necesita ser corregido.
Marisbelia Tomodo | www.marisbelia.com | Del miedo al amor blog