Kenneth Wapnick, Ph.D, un psicólogo norteamericano, aborda la culpa de una manera que, en mi opinión, es única y excepcionalmente precisa. Su perspectiva sobre este tema esclarece una problemática con la que casi todos, en algún nivel, tenemos que lidiar.

Wapnick escribe: «Aunque los psicólogos pueden tener diferentes interpretaciones sobre el origen, la dinámica y los términos que describen la culpa, hay un consenso general en que es uno de los problemas vitales más importantes que enfrentan las personas. Vinculada con nuestra experiencia como seres físicos y psicológicos, la culpa se manifiesta de diversas maneras: odio hacia uno mismo, duda de sí mismo, conciencia torturada por la inferioridad e inseguridad, y un sentimiento persistente de insatisfacción, carencia, o fracaso ante uno mismo, los demás y Dios.»

Efesios 1:8 en la Traducción a un Lenguaje Actual (TLA) nos dice: «Por la muerte de Cristo en la cruz, Dios perdonó nuestros pecados y nos liberó de toda culpa. Esto lo hizo por su inmenso amor.» Esta revelación del amor de Dios es profundamente liberadora.

El sentimiento de culpa es a menudo el resultado de la creencia arraigada en que somos inherentemente malos o hemos hecho algo malo. Estos sentimientos de culpa pueden surgir del pecado, entendido este como todo lo que nos separa del amor de Dios. Incluso como creyentes, no siempre somos conscientes de cuándo la culpa nos está separando del amor divino.

La situación se complica aún más cuando la culpa acumulada en nuestra infancia resurge en nuestra vida adulta, activada por situaciones que no podemos identificar conscientemente. Estos sentimientos pueden variar desde la inferioridad y la inseguridad hasta el auto-rechazo y el auto-desprecio.

Por eso es crucial el autoconocimiento. Muchas de estas sensaciones de culpa están almacenadas en nuestro subconsciente y pueden dispararse en momentos inesperados, llevándonos a estados emocionales profundos y oscuros. Reconocer que a través de Jesucristo somos liberados de estos sentimientos puede ser tremendamente sanador.

Así que aquí reside la importancia de entregar estos sentimientos y creencias a Dios. La culpa tiene raíces tan profundas en nuestra psique que, a menudo, es casi imposible liberarnos de ella por nuestros propios medios. Pero con la ayuda de Dios, podemos cambiar nuestra mentalidad y vivir libres de culpa.

Desde un lugar de reflexión en la playa, comparto estas palabras con la esperanza de que encuentren el amor y la liberación que Dios ofrece.

Dios las bendiga.

Marisbelia Tomodo | www.marisbelia.com | Del miedo al amor blog

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