Hebreos 4:11-14

«11 Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. 12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; más bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.»

Para nosotras, en nuestra propia fuerza, es muy difícil darnos cuenta de las intenciones del corazón. El Señor nos sugiere, y casi podría decirse que es un mandato, que reposemos de nuestras obras el séptimo día. En mis propias palabras, esto es para poder escuchar su voz y reflexionar sobre nuestras actitudes, conductas y sus orígenes, es decir, las intenciones del corazón dentro de nuestra alma.

Cuando entro en ese reposo puedo reflexionar y escribir acerca de mi semana, lo que viví, lo que sentí y, especialmente, cómo reaccioné. Me cuestiono: ¿Mi reacción fue de acuerdo con las enseñanzas de Jesús? ¿Reaccioné inconscientemente o pude dar una respuesta adulta?

Hacernos preguntas y darnos tiempo para estar a solas con Dios son pasos fundamentales para ser honestos con nosotros mismos. De este modo, permitimos que la Palabra de Dios, que es viva y eficaz, penetre en las profundidades de nuestro corazón, abarcando mente y emociones, creencias y la renovación de nuestro entendimiento. Darse cuenta es primordial para actuar de acuerdo con la Palabra de Dios, siempre contando con la ayuda del Consolador que nos revela toda verdad y nos asiste en el cambio con compasión, ternura y amor.

El Señor revela y redime lo que ha sido revelado, esclareciendo los pensamientos e intenciones del corazón. El trabajo de discernir los pensamientos de Dios en nuestra mente corresponde a Él cuando pedimos ayuda. Necesitamos darle tiempo y sentarnos con nosotros mismos para permitir este discernimiento.

Al reflexionar en esta Palabra, mi corazón arde, tal como les sucedió a los apóstoles que no lo reconocieron en el camino a Emaús. El Señor es compasivo, grande en misericordia y amor. Nos ha quitado el velo; solo necesitamos entrar en su reposo para poder escuchar su voz y reflexionar.

Apartarnos para estar con nosotras mismas muchas veces nos resulta difícil. Si venimos de un entorno de negligencia, donde fuimos ignorados y las emociones no se trataban, es complicado darnos tiempo para estar con nosotros mismos. Repetimos lo que aprendimos en la infancia, dándole tiempo a todos menos a nosotros mismos. Creencias limitantes como «no soy importante», «no sé lo que quiero», «no valgo», o «no soy suficiente», nos impiden sentarnos con nosotros mismos en un acto de amor propio.

Por último, pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a estar en silencio con Él y a discernir nuestros propios pensamientos e intenciones es fundamental. Si yo he podido, todos podemos. Él nos ayuda a crecer.

Marisbelia Tomodo | www.marisbelia.com | Del miedo al amor blog

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