Dios nos ha provisto con la ayuda idónea que necesitamos para alcanzar sus promesas.

Hebreos 2:1-4  (Biblia de las Américas) “  1Por tanto, debemos prestar mucha mayor atención a lo que hemos oído, no sea que nos desviemos. 2 Porque si la palabra hablada por medio de ángeles resultó ser inmutable, y toda transgresión y desobediencia recibió una justa retribución, 3 ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? La cual, después de haber sido anunciada primeramente por medio del Señor, nos fue confirmada por los que oyeron. 4 Dios testificó juntamente con ellos, tanto por señales como por prodigios, y por diversos milagros y dones del Espíritu Santo según su propia voluntad”.

En el año 2004, a mis 47 años, ya no podía más, deseaba profundamente terminar con mi vida sin sentido. Quería terminar con las ideas que tenía del mundo y de la vida… Creía en Dios, pero no lo conocía como amigo. Estaba muy cansada de mi manera de vivir, ya que vivía enfocada en la futilidad, entendiendo la vida en ese momento como algo que carece de importancia o interés por su falta de fundamento, «una vida fútil sin propósito y vacía».

Clamando a Dios, me senté en mi cuarto, tomé la Biblia del armario, donde había estado guardada durante muchos años. Para mí, era un libro que no tenía sentido. Le pedí a Dios que me ayudara. Le pedí que, si existía y era real, «hiciera algo por mí.» Abrí ese libro en cualquier página. Comencé a leer, empezando con el Salmo uno y continué leyendo hasta el salmo número siete. Sentí un poder inmenso dentro de mí y la tristeza que me decía que la vida era fútil, salió de mí. Literalmente, sentí que salió de mí. Me liberó.

En ese momento, recibí la salvación en mi espíritu. Dios se manifestó en mí con un poder tal que me ha mantenido durante 19 años en una firme convicción de lo que Dios puede hacer en un corazón abatido, lleno de culpas y tristezas. Ese día, conocí el poder de Dios. Ese día, experimenté que en la Biblia hay poder.

De acuerdo con el versículo que estoy reflexionando, la negligencia ocurre cuando ocasionamos un daño por un error o fallo involuntario causado por falta de atención, aplicación o diligencia. Ese daño puede ir en contra de nosotros mismos. Ha sido mi propia voluntad al reconocer y entregar como diligente Ciudadana del Cielo, el mantenerme atenta a los deseos de esa parte herida de mi corazón, sin juicio insano, con discernimiento. Mantenerme diligente ante el surgimiento de esos pensamientos de deseo, que, si los ejecuto, me llevarán a creer en la separación de Dios por la culpa consecuente.

Cuidar mi salvación con diligencia ocurre dentro de mí cada vez que por mi propia falta de autocuidado en amor por mí, tomo una decisión equivocada. Reconociendo y entregando a Dios esa debilidad diligentemente, en la fe de Su ayuda oportuna, en la fe de Su amor incomparable, que no se mueve ni es dado por el hacer sino por el ser quien soy, al haber sido creada a Su imagen y semejanza.

Vivir desde esa conexión de bienestar que crea en nosotros mantener la Palabra en nuestra mente para siembra constante en nuestro corazón. Contamos con sus ángeles, que son siervos de Dios para nosotros.

Me dediqué a buscar en las escrituras acerca de los ángeles, les comparto:

Éxodo 23:20 «He aquí, yo envío un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te lleve al lugar que yo he preparado «.

Éxodo 33:2 «Yo enviaré un ángel delante de ustedes».

Números 20:16 «Pero cuando clamamos al SEÑOR, él escuchó nuestra voz, envió un ángel y nos sacó de Egipto».

Jueces 6:12 «Y se le apareció el ángel del SEÑOR, y le dijo: ¡El SEÑOR está contigo, oh valiente guerrero!».

1 Reyes 19:5 «Se recostó debajo del arbusto y se quedó dormido. Y he aquí que un ángel lo tocó y le dijo: Levántate, come».

Salmo 91:11 «Pues a sus ángeles dará órdenes acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos».

Dios nos ha provisto con la ayuda idónea que necesitamos para alcanzar sus promesas de la paz que sobrepasa todo entendimiento dentro de nuestra mente.

No hay salvación más grande que la que Dios nos extendió a través de nuestro Señor Jesucristo, el verbo hecho carne, quien nos dejó al Espíritu Santo de Dios para que podamos prestar atención a la voz de Dios y seamos diligentes en la renovación de nuestro entendimiento. Y alcancemos a vivir en el bienestar interior y la plenitud que nos proporciona la vida abundante que Jesús nos prometió. No desde el perfeccionismo que teme equivocarse y usa máscaras para aparentar bendición, sino desde la autenticidad de observar y reconocer una mente caótica que por el sistema en el que creció, vive desde el juicio, la crítica, la comparación y todas las mentalidades relacionales que anteriormente nos mantenían en la esclavitud del pecado.

Vivamos guardando con diligencia esa salvación. Tenemos el poder que viene de Dios.

Marisbelia Tomodo |
www.marisbelia.com |
Del miedo al amor blog


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