Santiago 1: 1-11 LBLA

La sabiduría, en mi opinión, es ese entendimiento profundo que libera del malestar causado por las fuentes del sufrimiento humano. La ciencia afirma que sabiduría y discernimiento van de la mano; ambos son esenciales para una vida plena.

Aplicar discernimiento en nuestro día a día frente a las pruebas cotidianas es fundamental. El discernimiento es la habilidad de reconocer aquellas conductas y actitudes que sembramos y que, a su vez, promueven nuestro bienestar o nuestro malestar.

Es vital reconocer que las semillas del bienestar florecen cuando optamos por acciones positivas. Por el contrario, actitudes negativas como la ira, el resentimiento, la crítica, la envidia, entre otras, así como la autocrítica y el auto desprecio, solo generan malestar y dolor.

Una analogía útil para el discernimiento es como cuando se cierne harina: lo que pasa a través de los agujeros del colador son las actitudes y decisiones que nos llevan a una vida abundante, mientras que lo que queda son aquellos pensamientos y comportamientos perjudiciales para nuestro bienestar.

La ignorancia, en este contexto, sería no reconocer los efectos a largo plazo de nuestras conductas y cómo estas pueden causar dolor y sufrimiento. A menudo, creemos ciegamente en lo que vemos, cuando, en realidad, nuestros propios juicios y críticas pueden distorsionar la realidad.

Todos tenemos una perspectiva única basada en nuestras experiencias. Dios actúa como un filtro que nos ayuda a ver con claridad y compasión, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás.

Las pruebas de la vida no son solo eventos dolorosos; también son esas situaciones cotidianas donde necesitamos ser prudentes y ponernos límites. Observar y auto observarnos con curiosidad y sin juicios es parte de este proceso.

Según la concordancia de Strong, la sabiduría es algo que se busca, se pide, es dada por Dios y se desarrolla con constancia.

Santiago nos enseña que la dicha es nuestra vestimenta diaria frente a las pruebas. Nos invita a considerarnos dichosos ante cada desafío, aplicando la sabiduría divina y el discernimiento que desarrollamos día a día.

Escuchar esa voz de sabiduría que viene del Espíritu Santo en nuestro interior es crucial. Con la ayuda de Dios, podemos guiar nuestros pensamientos hacia la verdad de Cristo, el amor y el bienestar, evitando así ser arrastrados por el malestar y el sufrimiento humano.

Descubrirnos a nosotros mismos y ser claros como el agua requiere constancia y fe, la fe que no duda. La prueba de la fe produce constancia, y sin ella, no avanzamos hacia una vida de amor.

La constancia en la fe nos permite ver y vivir los resultados de una vida cultivada en sabiduría y discernimiento. Una vida que nos satisface plenamente, siendo íntegros en pensamiento, palabra y acción.

 

Marisbelia Tomodo | www.marisbelia.com | Del miedo al amor blog